domingo, 21 de octubre de 2007

Valientes

La historia está llena de figuras de héroes y demás coragidos que lucharon por diversas causas y que hoy en día son mártires en canciones y demás textos histórico literarios. Cada libro y enciclopedia abarca un sinnúmero de valientes que dieron su vida por motivos tan nobles como la libertad de un pueblo o la defensa de un ideal. Basta con escribir unos cuantos sinónimos de la palabra “héroe” en un buscador de Internet para llegar a un ilimitado número de vínculos de personas que en el pasado realizaron las acciones más reconocibles y crudas en pro de la humanidad y sus vertientes. Sin embargo, todo lo que encontraremos será información de personas que “existieron”, “hicieron”, “sufrieron” y “murieron”, en muchas oportunidades en contra de la voluntad del funcionamiento de sus cuerpos.

Me encontraba sentado en el asiento de copiloto de una combi cuando el conductor fue cerrado por otro y se resignó a aceptar el hecho diciendo “ya no existen los valientes, esa época ya fue”. Millones de nombres volaron por mi mente y recordé instantáneamente las hipócritas plazas dedicadas a hombres que fueron condenados por sus ideas y acciones a favor de la humanidad. No sólo “todo tiempo pasado fue mejor” sino que “en todo tiempo pasado los hubo con más cojones”. Hemos aprendido históricamente a guardarnos los huevos en una bolsa imaginaria, como cuidándolos de ser aplastados, y dejar que la corriente nos lleve donde nos quiera llevar. Son casi fantasmas los que hoy en día profetizan algún cambio o alguna novedad que pueda molestar a las personas con poder. Michael Moore sabe mucho de esto.

Este documentalista estadounidense es famoso por haber presentado muchas quejas en contra de la globalización, las grandes corporaciones, la violencia armada, la invasión a Irak y políticas del gobierno de Bush, todos temas de suma delicadeza en Norteamérica. En su última película, Sicko, se menciona el caso de una CASI heroína que fue censurada por el poderosísimo gobierno de ese país, Hillary Clinton. Ella lanzó una campaña para la mejora del sistema de salud de E.E.U.U. durante el gobierno de su esposo, el “oral” Bill Clinton. Su campaña dio con piedras y palos a la empresa de seguros en general, logrando generar una pesadísima polémica y, claro está, agredir a las grandes corporaciones que la conforman. Resultado; Hillary Clinton tuvo que abandonar el tema y resignarse a ser una sumisa primera dama a la que los cachitos le crecían medio centímetro cada día (esto último no tiene nada que ver con el asunto pero quise ponerlo por puro capricho). Si la esposa del presidente de los Estados Unidos no puede ser valiente, entonces ¿quién?

Todo, como decía desde un principio, viene del pasado. Tantas personas murieron realizando sus hazañas que ya nadie está dispuesto a morir igual, porque realizar una hazaña de este tipo es un sinónimo directo de muerte. Veamos algunos casos para entender a lo que voy.

El hombre más sabio de su época fue tan sabio que se le condenó a muerte por “despreciar a los dioses y corromper la moral de la juventud, alejándola de los principios de la democracia” (www.wikipedia.org). Sócrates, ante la acusación por parte del estado al que pertenecía, aceptó la condena hasta el último de sus días, en el que pudo haber cambiado de opinión y seguir siendo dueño de su vida. Por el contrario, fiel a la idea de que lo que hacía no tenía nada de malo, el hombre más sabio de Grecia murió ingiriendo el veneno correspondiente a la pena de muerte que le fue impartida. Esto muestra pues 2 posibilidades importantísimas y de diferentes calibres; sigue tus ideales hasta el fin o adáptate a lo que la mayoría se adapta. Sócrates, uno de los valientes de los que hablo, decidió morir estando seguro de que no estaba infringiendo ninguna ley y es hoy en día considerado uno de los mayores pensadores de la cultura occidental, lo que demuestra con mayor fuerza que no estaba equivocado en lo absoluto.

Durante siglos se consideró a la tierra el centro inmóvil del universo, hasta que alguien propuso algo diferente y retante. Galileo perfeccionó el telescopio durante el renacimiento y percibió ciertos movimientos espaciales que le sugirieron que el centro de la tierra era en realidad el sol (teoría heliocéntrica). La sociedad inmediatamente atacó a este hombre con visión, sobretodo los defensores del modelo geocéntrico de Ptolomeo. Hasta el final, Galileo intentó probar su teoría, pero no pudo contra la opresión por parte de una institución que tenía planteado en su “estatuto” principal lo contrario. Este hombre tuvo que resignarse a pasar el resto de sus días, aunque siguiendo con sus estudios, privado del goce primordial de la libertad. Increíble lo que la iglesia católica logró (si no lo escribo en mayúsculas no es por error).

Sócrates fue condenado por el estado, Galileo por la iglesia. Estas 2 grandes e históricas instituciones son las más opresoras que el mundo ha visto nacer. Durante siglos papas y obispos han condenado todo tipo de pensamiento científico que cuestione cualquiera de las creaciones “divinas”. El hombre fue creado de la tierra y no por un proceso de evolución, el universo se creó en 7 días y, aún no sé exactamente qué papel juegan los dinosaurios en la biblia ¿los toman en cuenta? El estado por su parte (como institución en general) tiende a suprimir cualquier tipo de oposición que ponga en riesgo su doctrina con sólo mencionar una posibilidad de cambio. Desde Sócrates hasta nuestros días, estados han luchado por mantener su hegemónico orden interno atacando a las contra ideologías en vez de considerarlas y adaptarlas de ser necesario a sus regímenes. Entonces es obvio ¿Cómo pueden haber valientes si las 2 instituciones más grandes del MUNDO se dedicaron durante el avance de la historia a suprimirlos uno por uno, usándolos como ejemplos de lo que no se debe hacer?

Es muy fácil para un estado culpar a alguien de algo no deseable, y condenarlo a desaparecer junto con su propuesta alternativa. Arthur Miller escribió una obra de teatro sobre una cacería de brujas en Salem Massachusetts, la que era a su vez una alegoría sobre el Mccarthismo anti-comunista de la década de 1950 en Estados Unidos. Durante la obra se aprecia cómo cualquier tipo de visión diferente a la de la época que representa era considerada acto de una bruja, seguida de un juicio simbólico y su respectiva condena.

“Así se inició lo que sus oponentes denominaron como "caza de brujas". Gente de los medios de comunicación, del gobierno y algunos militares fueron acusados por McCarthy como sospechosos de espionaje soviético o de simpatizantes del comunismo. Apoyándose en una fuerza de entusiastas anticomunistas, alimentándose de la delación, adquirió un poder considerable. Su actividad destinada a desmantelar eventuales infiltraciones de agentes comunistas en la Administración pública se extendió pronto a los laboratorios de investigación y a Hollywood. Los empleados públicos debían hacer frente a un control de lealtad que costó la carrera a varios de ellos.” (www.wikipedia.org)

De esta forma Mccarthy se deshizo de la oposición llamando a todo el que se le opusiese “comunista”. Arthur Miller lo expresa con mucho mayor sarcasmo en su obra “The Cruicible”.

Quizá el último verdadero valiente fue AL-Yaseera. Este corresponsal de noticias de la HOY conocida así cadena de noticias de Irak cometió el último gran acto de valentía y estupidez. Durante la Segunda Guerra del Golfo, las oficinas de esta cadena de noticias sabían por informaciones filtradas que su sede sería víctima de un bombardeo por parte de “La Johnny” (como se le dice a E.E.U.U. en Ecuador). El personal entero fue evacuado del local, menos una persona que aceptó voluntariamente su rol de comunicador hasta el último minuto que pudiese. Todo esto días previos a la entrada de La Johnny a la capital Iraquí. El reportero se mantuvo emitiendo desde su posición en tiempo real, contando al mundo entero cómo, “en breves minutos”, su emisora iba a ser destruida por una bomba. De pronto la señal se cortó y la estación como tal dejó de existir. Como reconocimiento a este coragido, la cadena retomó luego su misión bajo el nombre del desaparecido corresponsal, AL-Yaseera.

Podría dedicar muchísimas páginas a las menciones y recuentos de actos heroicos (desde el punto de vista que se quiera ver) y aún así no conseguiría renacer a ninguno de ellos. Ya no existen los valientes. No importa quien oprima, hay opresión. Es considerado absurdo luchar contra lo que ya fue dictado. Me siento rabioso y adrenalinizado mientras escribo estas líneas por tener que descartar a tantos personajes que tengo en mi block de notas. Sufro por dentro al ver cómo millones de ideas, que luego probaron ser verdaderas y justificadas, costaron las vidas de los que las estipularon y considero muy posible el hecho de que los que murieron hace muy poco en un futuro sean justificados también. Implosiono amargura, me indigno de ver el camino que la humanidad sigue y que definitivamente no puede haber sido escrito por los seres racionales que juramos ser. Pese a todo esto, mi reflexión es también la de un cobarde más que presenta una queja que no se extiende más allá del punto final de su última oración. ¿ya no existen los valientes? Si un chofer de combi no me lo decía, no me hubiese percatado.