lunes, 25 de noviembre de 2013

RETIROS

Llegué a tu clase sin saber a dónde me había metido. No tenía la menor idea quién eras ni lo que haría nuestro cruce en mi vida. Entré, me senté, vi cómo pasabas la lista y me sorprendí ante lo que en ese momento sucedió. Una de las chicas de la clase andaba distraída y no escuchó su apellido. Lo repetiste varias veces, hasta que luego de un alce en tu tono de voz, ella respondió que sí se encontraba en el salón. Le preguntaste el origen de su nombre, que obviamente ella no conocía, y comenzaste uno de esos discursos que tienes y que engatusan. Le diste cátedra del origen de su apellido, de la historia del Perú; desafiaste los paradigmas colegiales que todos teníamos y convenciste a muchos, en los 90 minutos que duró tu clase, que realmente nadie sabía nada de la vida.

Ese día salí del aula con demasiada incertidumbre. No sabía si quejarme con el colegio por haberme dicho tantas mentiras o si dudar sobre mí mismo, sobre mi inteligencia que, aparentemente, tenía los cimientos podridos. Y es que cada clase contigo fue siempre una aventura ideológica que me llevó por tantos caminos distintos que mi cerebro tuvo que reinventarse para siquiera poder entender la forma cómo funcionaba el tuyo. Desde ese ciclo acosé tus horarios, invadí tus cursos, me apoderé de cuanto momento de enseñanza me fuese posible contigo. Y es que me pareciste tan interesante que te consideré, y aún lo hago, una formación alterna a la que me dio la universidad.

Fue por ti que aprendí a pensar, a entender que la realidad tiene tantas perspectivas que existe como una construcción de miradas. Me contaste la historia de la humanidad de tal manera que entendí más de lo que podría haber sacado de leer mil enciclopedias completas. Tu capacidad de llegada me atrapó y convenció de todo lo que salía de tu discurso. En algún momento, conversando sobre nuestra relación intelectual y amical, comentaste que yo te seguía porque mi matriz ideológica había encontrado en la tuya un lugar de coincidencias. La verdad, mi querido Diablo, es que tú construiste mi matriz. Antes de pasar por tus clases yo era otra persona, y probablemente hubiese muerto sin conocer, realmente, de lo que soy capaz.

Esta semana me topé, con nostalgia, con fotos de tu última clase universitaria. Ya me lo habías comentado; la ULima te retiraría este año. Quizá lo tomé a la ligera porque, para mí, no era posible sacar de mi alma mater al pilar principal de mi formación académica. No cabía en mi cabeza la posibilidad de que ya no formases parte de las aulas que me vieron crecer, cambiar y crear. Siempre pensé que tu estadía dentro de la facultad sería tan eterna como tu conocimiento, que tus lecciones estarían ahí para todos los que las necesitasen, que cambiarías muchas vidas más de la misma forma como cambiaste la mía. Vi las fotos de tu última clase, Diablo, y sentí que habían matado un pedazo de mí.

Hoy me entrego a la escritura desordenada, a la falta de línea conductora, al despojo de palabras emocionales sin previa organización. Te dedico este post sin haberlo planeado; simplemente soltando lo que se me ocurre al momento que nace de mí. Y es que así eran tus clases. Podías llegar teniendo que dictar sobre un tema, pero en el camino te terminabas dedicando a otra cosa, buscando enganchar nuestro interés. No fuiste el más ordenado, pero sí el más elocuente y convincente. Te dedico el post porque siento mucho orgullo al poder decir que pasé por tus cursos. Mi ego se regocija al recordar nuestras conversaciones académicas, nuestros trabajos fuera de clase, nuestro intento de programa vía streaming, etc. Debes haber tenido millones de alumnos, y yo cientos de profesores; cada uno especial a su manera, pero lo que en mí dejaste fue más que un conjunto de enseñanzas. Me diste tanto que no sé ni por dónde empezar, a pesar que ya empecé hace un par de párrafos.

Hoy extraño sentarme en la primera fila de tu clase y perderme dentro del limbo de tus explicaciones. Me gustaría volver en el tiempo y preguntar una y otra vez lo que ya te pregunté, rearmar nuestros proyectos, aplicarme aún más a la lectura de los textos que me recomendaste, sumergirme en tu biblioteca mental. Pero la vida es caprichosa y hoy no me lo permite. Me afecta tu retiro, Diablo, a pesar de que yo ya no estoy más en la universidad. Pensar que no se te va a encontrar más en tu escritorio me parte el alma, me llena de desgano, me roba la fe. Por momentos siento que me quedó corta la experiencia, que faltaron más clases, más exámenes, más trabajos. Y es que, en contra de lo que piensen los altos directivos de la ULima, yo considero que a ti, el conocimiento impartible no se te acaba nunca. No por nada estoy convencido que; más sabe el Diablo por Zamalloa que por viejo o por Diablo. Eres grande César y, por el simple hecho de existir, te estaré eternamente agradecido.

miércoles, 23 de octubre de 2013

HUMILDADES

Me toca hoy andar sobre la cuerda floja al referirme a un tema tan delicado como el que voy a tratar. Y es que muchos asumen que la gente que tiene exposición mediática se trepa sobre una nube inalcanzable y se siente por encima del resto de la humanidad. No puedo negar que de seguro hay quienes siguen esta descripción al pie de la letra; pero no es a ellos a quienes me voy a referir, sino a los que los juzgan. Ténganme paciencia, ya nos vamos a entender.

Llego al canal y encuentro, como todos los días, gente haciendo cola para poder entrar al programa. Vengo de hacer cosas, entro para hacer otras y a la salida también me dirigiré a seguir con mi jornada. Sin embargo, nunca faltan las personas que te tratan de interceptar, bloqueando como sea tu paso, demandándote una firma o una foto. Lamentablemente, eso no es siempre posible. No porque no quiera, o porque me dé algún tipo de reparo escribir mi nombre sobre un papel. El problema es que los horarios de entrada son marcados y son muchas las veces que simplemente tenemos que volar.

Hasta ahí, cualquier persona civilizada podría asumir: “Está con la hora”; pero no es así. Incluso a la salida, cuando digo: “Tengo que volar a otro sitio”, aparece siempre la vocecita infaltable de alguna persona reclamona que dispara su queja frustrada disfrazada de insulto: “¡QUÉ FALTA DE HUMILDAD!”. Según la Real Academia de la Lengua; ser humilde implica conocer tus limitaciones y debilidades y actuar de acuerdo a ellas, procurando no excederlas. Yo quisiera preguntar a los que leen estos párrafos; ¿les parece falta de humildad tener obligaciones y acudir a ellas? Muchas personas alegan “es sólo una foto”. Y es que si fuese sólo una foto, en un momento en el que el tiempo me da la contra, no tengo problema en hacerla. Pero sí considero injusto hacer una foto con una persona y dejar a los demás abandonados en sus ganas. No es una, nunca es una y no es justo cumplir con algunos y dejar a otros a la deriva.

Pero claro, resulta que no eres humilde si no cumples el deseo de una persona, sin importar si estas yendo a la clínica a chequearte la rodilla, al velorio de un familiar cercano, a una reunión de trabajo, etc. Simplemente, si no firmas o no posas, eres un mal tipo. He ahí donde la sangre me comienza a hervir. Recuerdo haber salido cojo del canal, haberme cruzado con la gente, haberles dicho que iba a la clínica, que no puedo firmar ni hacer fotos, y haber oído a una señora decir: “¿¡Que se cree este!?”.

Pero el tema no queda en las puertas de la estación televisiva, nada que ver. Siempre que vamos a una gira, a la que llegamos en una movilidad, hay gente esperando en la puerta de la entrada vehicular. Hago una pausa para recordar al lector que, en ese preciso momento, ya están todos los espectadores del show dentro del lugar de la presentación, aguardando el comienzo. Sin embargo, en la puerta, estas personitas planean interceptar la movilidad, bajar a los participantes y lograr su tan ansiada foto o firma. Es, si lo ponen sobre la mesa, ilógico. ¿Se imaginan cuánto demoraría en comenzar el espectáculo si se cumpliese con el deseo de la gente que espera en la puerta? Ahí también he oído millones de veces la palabra “humildad”. Y es que parece que no cumplir un capricho representa una falta de humildad. Porque no me van a negar que querer bajar a 10 personas de un bus, cuando están en camino a cumplir con una obligación, no es capricho.

Incluso durante el mismo show, para no ir tan lejos, no faltan los que se pegan al escenario y demandan una firma. Vamos, seamos lógicos otra vez, es un show. Si fuese una firma de autógrafos, entonces nos sentamos todos y comenzamos a escribir sobre papeles y fotos. Pero el show es para bailar, saltar, cantar, reír y divertirse. Imagínense esta situación: Todos los combatientes sobre el escenario, con la música de fondo, pero no haciendo más que firmar papeles de los que se encuentran en la primera fila. ¿Cómo creen que se sentirían los que están en las últimas filas? ¿No sería acaso una estafa para ellos, que pagaron para ver una presentación y tienen tanto derecho como los demás a pasar un buen rato?

Yo me tomo fotos, firmo papeles, cumplo siempre que me es posible. Es más, creo ser tremendamente paciente sobre este tema, pero lamentablemente no siempre van a quedar todos contentos. Algún día (es verdad, muy seguido) tengo que salir corriendo para llegar a tiempo a otro sitio, y eso no me hace menos humilde. Me afecta escuchar esa palabra, le he agarrado tirria a las 3 sílabas que la conforman; una especie de odio especial.

Si el mundo fuese perfecto, y yo un mentiroso, les diría que es posible firmar sólo un autógrafo, tomar una sola foto, cumplir los deseos de todos. Sin embargo, la situación no siempre es la mejor; no todos los días se sale del canal para ir a la casa a hueviar; no siempre se llega al programa con años luz de adelanto para dejar a todos felices; no existen las utopías… pero no por eso uno deja de ser humilde.

sábado, 5 de octubre de 2013

INTELIGENTES

No hace mucho, una periodista de espectáculo declaró que los que formábamos parte de los programas juveniles eramos unos buenos para nada. Esta idea de falta de capacidades ya había sido mencionada por otras personas, y muchas más se subieron al carro para apoyar el concepto presentado. Y es que, aparentemente, el que algunos no sepan responder preguntas numéricas o de razonamiento verbal, nos hace a todos TARADOS. 

Y de este grupo de BRUTOS, salieron distintos proyectos que, la crítica mediática, que en el Perú es más grande que cualquier hinchada de fútbol mundial, devoró como tiburón a bolsa de sangre. Claro, es que cómo era posible que estos seres, de muy poca inteligencia, salgan a vender souvenirs, montar restaurantes, abrir circos y, ahora último, publicar libros. Aparentemente, para redactar y empastar una obra escrita, es indispensable tener formación literaria. Siguiendo esta lógica, El diario de Ana Frank y muchos textos de renombre serían descartados porque sus creadores no tienen la preparación adecuada.

De todo esto, deduzco que lo que la gente "ilustrada" considera inteligencia, queda reducido únicamente al plano lingüístico y matemático. Todas las demás capacidades, sin importar sus niveles, son habilidades que no hacen que una persona sea inteligente. Pues es ahí que los "conocedores" pecan de ignorantes. Curioso, porque tengo entendido que sería una ignorancia dentro del campo de la lengua, en el que se sienten tremendamente sabios. ¿Los ilustro?

Un par de meses atrás, durante una prueba de conocimiento general, se me preguntó el número de los discípulos de Jesús. Yo, que no soy para nada una persona religiosa, disparé una cifra que no era la correcta. Al día siguiente mi nombre apareció en un medio local, siendo resaltado por mi "ineptitud e ignorancia". Pues qué culpa tengo yo de tener una formación científica con respecto a la creación de la tierra. Que me pregunten del Big Bang, de Pangea, de la evolución de las especies y la mutación de la vida desde pequeños organismos. No, no recuerdo el tercer mandamiento, pero sí sé cómo pararme de manos durante un minuto. ¿Me volví loco? ¿No tiene que ver una cosa con la otra? Es ahí donde se vuelven a equivocar.

Si ustedes me consideran bruto por no saber cuáles son los pecados capitales, yo estoy en todo mi derecho de considerarlos brutos también por no poder hacer un aspa del molino. ¿Por qué? Pues porque mi capacidad de conocimiento memorístico de conceptos forma parte de la inteligencia lingüística, mientras que la facilidad para dominar mi cuerpo entra dentro de lo que se conoce como inteligencia corporal. Así es, ambas son inteligencias distintas. Entonces, si César Hildebrandt no puede pararse de manos, ¿lo llamo bruto? A ver, ¿quién es el primero que se lo dice?

Quedémonos un rato en la llamada inteligencia corporal. Durante mi época de capoeirista, debido a mi entrenamiento y la facilidad que siempre tuve para los deportes, llegué a hacer cosas que mucha gente, con más tiempo de entrenamiento, jamás pudo hacer. Entonces ¿los llamé brutos? El hecho que no se muevan igual que yo no los hace tontos, para nada. Estoy seguro que en campos interpersonales, numéricos y verbales, ellos eran mejores que yo. Sus inteligencias eran distintas a las mías, pero no inferiores. Es ahí donde radica el problema. Todos se sienten superiores cuando saben algo que otro puede no saber. Yo creo que tendrían que considerar que esa otra persona tiene una capacidad que podría ser espectacular, en otra área.

Incluso los que se sienten bien dentro de la inteligencia lingüística, los primeros en disparar críticas con respecto al conocimiento verbal de los demás, los "periodistas" de los que hablé en el principio, tienen tremendas fallas dentro de su propio campo. Yo agarro la revista de la periodista que mencioné y la descompongo en faltas ortográficas, gramaticales, de sintaxis y ortografía, de la misma manera que un ladrón de autos desmantela un Toyota. ¿No se supone que este personaje de la farándula, inferior en áreas de "intelectualidad", no debería poder hacer esto con una publicación de renombre? 

El libro que me trajo a esta reflexión, publicado por otro miembro del conjunto de los "buenos para nada", cumple totalmente con su cometido. A esta persona le pedían consejos diarios vía las redes sociales. Ella sintió una necesidad en el mercado de sus seguidores personales, la examinó y la sació. Le dio a la gente lo que pedía, tradujo sus ideas, las plasmó y dejó en un texto (bien redactado, separado y explicado). Tan es así que encuentro menos errores de escritura ahí que en la revista que antes mencioné. Me pregunto entonces, ¿si el libro cumple con su objetivo, no es acaso un éxito? La idea es llegar a la meta que se trazó el autor, y me parece que este ejemplar lo logra. Digan lo que digan, muchos de los que se quejan son sólo personas que se sienten más capacitadas para escribir una obra, pero tienen menos pelotas para hacerlo. Sí, dinero también, a quién mentimos.

Hoy no aguanté más las ganas de enfrentarme a las críticas. Sé que en esta ocasión no se dirigieron a mí, pero no pienso esperar que así sea para dar mi punto de vista. Dejen en paz a la gente que trabaja, a los que intentan aventurarse en campos que les son nuevos y ajenos. Yo no critico al gordo que aparece en el gimnasio y no puede ni siquiera andar un minuto en la trotadora; por ende no espero que él me critique si no resuelvo una ecuación cuadrática. 

Cada uno tiene un espacio en el que brilla, dentro del cual se siente salmón en el río. Yo, hoy por hoy, me gano la vida colgado de cuerdas y lanzándome a piscinas frías mientras las cámaras graban cómo mis compañeros se ríen y pelean; pero el hecho que lo haga bien no significa que tenga limitado mi conocimiento al movimiento de mis extremidades. Soy inteligente, soy del grupo de "tarados" y, les cuento algo, veo gente inteligente dentro de ese conjunto también.

viernes, 4 de octubre de 2013

CABALLEROSIDADES

¿Quieren hablar de caballerosidad? Parece que el tema está en boca de todos y siento que no todos perciben que cada uno tiene una perspectiva un tanto distinta de lo que significa. Vamos por partes, como para tratar de que todos nos entendamos bajo el mismo marco. Si para algo soy bueno, es para explicar. Dense unos minutitos, estoy seguro que algo interesante van a encontrar aquí.

Muchas veces la gente usa términos y asume que todos van a entender lo mismo cuando los emplean. Si nos ponemos a hablar de "democracia" o "independencia", probablemente todos tengan definiciones distintas de lo que es cada cosa. Entonces, ¿cómo sabemos que estamos hablando de lo mismo si nadie se da el tiempo en definir lo que vendría a ser la base de la conversación? Yo tengo una idea muy particular de lo que es ser hombre/mujer. Síganme; poco a poco nos entenderemos mejor.

Antes, y estoy hablando de un par de siglos atrás, la mujer era considerada menos que el hombre. No se le permitía votar en elecciones, participar de altos mandos en empresas ni mucho menos formar parte activa de la sociedad. Eran consideradas inferiores al hombre y no se concebía la idea de que puedan tener igualdad de oportunidades. Su trabajo quedaba limitado a los quehaceres domésticos y familiares. Si me preguntan a mí, eso me resulta un asco. Por suerte, hoy en día es todo muy distinto.

Entonces, ser "caballero" era una forma de enfatizar el hecho que eran menos. Se les trataba como incapaces y por eso los hombres hacían todo por ellas. La caballerosidad era un yunque que las aplastaba, pero de manera elegante. Era más caballero el que trataba a la mujer como si fuese más inútil, haciendo más cosas por ella, tratándola como si no pudiese ella lograr nada por su cuenta. ¿Extraño, no?

Luego de la revolución femenina, la mujer adoptó un rol más activo en la sociedad. Y es que, científicamente, los hombres son sólo superiores a las mujeres en temas de desempeño físico; y eso está científicamente comprobado. El nivel de testosterona en nuestro cuerpo nos hace más capaces de desenvolvernos en actividades de exigencia muscular mejor que ellas. Claro, hay hombres y hay hombres, pero en general es así.

Van a escuchar a mucha gente decir que "la fuerza es inversamente proporcional a la inteligencia", pero eso no tiene fundamento científico. No hay investigación objetiva en el planeta que lo demuestre. Mucho menos hay nada que pruebe la teoría que muchos tienen de que los hombres son más inteligentes o que las mujeres son superiores en temas intelectuales. Bajo la perspectiva de la liberación femenina, y la que yo apoyo, somos todos iguales.

Las mujeres tienen los mismos derechos y deberes que los hombres. No es de machista ni de feminista decir que una mujer puede, tranquilamente, ser jefa de un hombre en un trabajo o que puede, en un caso particular, ser la más apta para desempeñarse en una posición. La época en la que las mujeres eran pétalos de rosa es justamente la época en la que se les consideraba débiles, incapaces de poder reaccionar ante nada. Hoy por hoy son fuertes, son seres dotados con mucha capacidad, son, a nivel intelectual, iguales que los hombres (mejores, en muchos casos).

En temas físicos, no hay discusión. No hay igualdad; el hombre es, en general, más fuerte. Sin embargo, a la hora de discutir y de debatir, los dos se encuentran bajo las mismas condiciones. No son "un hombre vs una mujer", todo lo contrario, es "una persona vs una persona". Para el intercambio verbal, el género no interesa. Pensar que la otra persona es débil y abstenerse por esto de la discusión, es tratarla como si fuese menos. Pregúntenle sino a las feministas al respecto; odian que las traten como menos. Si les toca discutir, pues discuten. ¿Hombre o mujer? A la hora de las grescas verbales no interesa.

Entonces, si un hombre discute con una mujer, no tiene por qué callarse nada; así como la mujer tampoco debe hacerlo. Tratarla "bonito", evitando la discusión, resulta un insulto para ella. Lo que la mujer merece es siempre tener el mismo lugar que el hombre. Yo tengo dos hermanas y a las dos las trato como si fuesen mis amigos. No hay nada que no puedan pensar ni discusión que no puedan afrontar por el simple hecho de ser mujeres. Todo lo contrario, son capaces de vivir todas las situaciones y, ¿saben qué? deben hacerlo. Son personas, no por ser mujeres se salvan ni pierden de nada.

Créanme, yo he pensado tanto sobre el tema de género que he llegado a una conclusión un tanto absurda sobre mi posición. El mundo es, lamentablemente, tremendamente machista. Son muchos los que aún creen en "el sexo débil" y que los "pétalos de rosa" sirven sólo para adornar la casa y quedarse en la cocina. A mí eso me genera repulsión. Yo creo en la igualdad, creo en la liberación de cadenas imaginarias y estoy a favor de que todos tengan los mismos derechos; pero eso conlleva a que tengamos también los mismos deberes y se enfrenten a las mismas discusiones. Si se dan cuenta, sueno más como un feminista.

¿No se debe discutir con una dama? ¡Qué absurdo! Si no discutes con ella la estás tratando como inferior, la estás insultando. ¿No puede acaso discutir? Genética e intelectualmente está tan preparada como cualquier macho para intercambiar diferencias verbales. El problema es que el machismo es tan común que incluso muchas mujeres lo adoptan como parte de su vida. Lo peor es que lo usan cuando les conviene y cuando no, lo evitan. O no han visto a las que reclaman igualdad de condiciones en todo aspecto de la vida pero salen con un amigo y esperan que les paguen todo, sólo porque son "mujeres". No hay lógica.

No es malo que la "gente" discuta, independiente de qué órgano tengan bajo la cintura. Todo lo contrario, a la hora de hablar somos todos iguales. La letra no entiende de prejuicios ni de costumbres antiguas. El verbo se conjuga igual cuando se trata de el pronombre "él" o "ella". ¿Damas? ¿Caballeros? A mí me gusta pensar que todos somos "personas" y que merecemos los mismos tratos. Por lo tanto, si alguien me dice algo, lo menos que merece es una respuesta.

Sé que much@s no van a estar de acuerdo con lo que escribí, pero si lo leen bien, es lo más lógico. En todo caso, podríamos hacer un Twitcam para discutirlo. A mí me interesan mucho los temas antropológicos. Comenten, estoy totalmente abierto a responder.

domingo, 3 de marzo de 2013

APRENDIZAJES

Durante mi vida he visto a tanta gente hacer tantas cosas de tantas maneras que he considerado erróneas, que aprendí a sacar lo mejor de las fallas ajenas. Muy aparte de criticar, que es algo que hago demasiado bien, yo me he enseñado a asumir los errores de otras personas como lecciones que me deben limpiar el camino de las experiencias, quitándome de encima algunas cosas que me tengan que pasar a mí primero para luego sacar una conclusión de lo que ya le pasó a los demás. Después de todo, no tengo que saltar de un precipicio para saber que, al impactar contra el suelo, voy a morir. Eso que lo hagan otros y yo decidiré qué deducir del asunto.

Hace un par de días encadené la moto que me dio la página web para trabajar. En un principio no me parecía muy complicado el no tener casco. Lo que sí hacía que el tema fuese tenebroso es que yo no tengo casco, y la moto no tiene placa. Entonces, sumando todo, yo era un letrero andante de “deténgame señor policía”. Eso no me preocupaba mucho, ya que, diariamente, yo hacía un recorrido en línea recta de 5 minutos para ir y venir del trabajo. Sin embargo, desde que vi la cosa más de cerca, con el accidente del dueño de Montanita.com, mi concepción del peligro creció un poco más.

Era jueves por la noche y Hola Ola andaba encendido en las llamas de una fiesta que sólo podía ver igual en el infierno. El baile y el alcohol dominaron la atmósfera del lugar y la gente simplemente se olvidó de ponerle frenos a sus cuerpos. Fue de ese lugar que, alrededor de las 3am, Tomer salió y se dispuso a montar una moto para irse a casa. Claro, él estaba ya bajo los dominios de substancias que, definitivamente, no incrementan la concentración de nadie. Esto, sumado a que tampoco tiene licencia, casco, placa ni mucha experiencia sobre el volante de una motocicleta (como yo), lo conviertieron en un pedido de ataúd a domicilio.

Y, como era de esperarse, considerando que ya se había caído de la moto sin estar ebrio, se accidentó.  En un principio todos se alborotaron y se dispusieron a llevarlo al hospital de Guayaquil, a 2 horas de viaje en auto. Sin embargo, como si la cosa hubiese reducido en cuanto a riesgo, sólo minutos más tarde Tomer ya estaba camino a casa. Al día siguiente, producto de los dolores que le causaba el accidente y los puntos que ya tenía sobre el rostro, se lo llevaron a la ciudad. Ahí estuvo hasta el día de hoy, cuando ya no pudo mover su brazo derecho la decisión fue de trasladarlo a Israel para inmediata operación quirúrgica.

Yo, luego de oír que, encima de tener que sufrir físicamente, el tema implicaba un problema legal que apuntaba a una celda de barrotes oxidados, decidí actuar a favor de mi salud general. Encadené la moto (porque no quiero ir preso), la dejé en el garaje (porque no quiero romperme el cráneo), y guardé la llave (hasta que pueda subirme legalmente). Yo sabía que montarla implicaba escaparme por un costado de las garras de la ley, pero no me importaba del todo porque era mera especulación. Ya cuando ves plasmado tu potencial futuro en otra persona, no aprender sería tan estúpido como meter el dedo al enchufe más de una vez.

La vida es una lección sin parar, con capítulos consecutivos que varían en complejidad pero que siempre llevan a un final lleno de enseñanza. Puede que fallemos y leamos mal el libro a veces, pero eso es sólo porque es complicado sentir el sabor final de la comida al mismo tiempo que la estamos cocinando. Sin embargo, cuando el cocinero es otro y el plato llega a nuestra mesa, nos es muy factible reconocer lo que tenemos en frente. El ceviche kosher que tuve frente mío esta semana me enseñó y llevó a tomar las riendas de lo que andaba suelto. Sería muy tonto de mi parte no entender la lección, y es que si para algo soy bueno, fuera de para alardear y palabrear, es para aprender. Yo, esta semana, aprendí… La otra quizá ayude a que alguien aprenda.

miércoles, 6 de febrero de 2013

PÉRDIDAS

Anoche, sin contarle a muchas personas la razón real, me decidí a celebrar y salir a gozar de la fiesta que Montañita ofrece. Resumí, luego de algunos tragos inspiradores, mi estadía en esta pecaminosa playa. A diferencia de mis viajes anteriores, en los que primó la locura y el desenfreno, esta nueva pasada por Ecuador implicaba una concentración en el trabajo tal, que la fiesta pasó a ser un pote de mayonesa abandonado en la refrigeradora durante tiempo de dieta.

Cuando llegué, una pequeñísima habitación fue la que albergó mis primeros meses. El lugar era tan pequeño que no había espacio para nada más que no sea yo y mi ropa. El techo y las paredes de madera convertían a mi recámara, durante los días de sol, en un pequeño horno micro ondas. Pero ese lugar fue superado y me mudé a un cuarto más grande. Ahí estuve unos meses más, con un espacio más decente y agua caliente, que durante los meses de frío actúa como un salvavidas. Luego, cuando la cosa mejoró, decidí encontrar un sitio que exceda mis necesidades, como para autoproponerme el reto de tener que cumplir con más de lo que yo pueda abarcar. Es en esa en casita donde vivo ahora.

Todo esto pasó por mi mente, quizá por los efectos del alcohol, cuando caminaba sobre las piedras que dirigen el camino hacia mi casa. Me acordé también de cuando habían robado mi cámara de fotos, preciado elemento que me dio trabajo durante un par de años, y también de la vez que hurtaron mi laptop, que había sido mi escritorio de trabajo durante mis meses iniciales en Montaña. Me regocije al ver que había superado todo eso, teniendo ahora una cámara mejor y una computadora mucho más mutante. Por eso, cuando vi una escalera apoyada contra mi balcón, mi corazón comenzó a palpitar al revés.

Subí las escaleras temiéndole al temor, deseando estar dentro de un sueño de mal gusto. Abrí la puerta, entré, encontré una escena de crimen y me senté a mirar el vacío. Se llevaron todo lo que me da de comer; mis 3 cámaras, mi computador personal, audífonos profesionales, ipods, lentes; entre otras cosas. La verdad es que no soy de las personas que se molestan cuando pierde, lo que en el fondo me pasa es que mi ánimo se va al suelo. Era como si alguien hubiese decidido darle una zancadilla a mi progreso, sólo para verme estrellarme contra el suelo y embarrarme la cara de tierra mojada. Mi alegría salió por la ventana y se fue en búsqueda de un contenedor más digno, porque lo que yo era en ese momento se parecía más a un trapo viejo.

Me cagaron, lo sé; pero cuando lo pienso bien también me doy cuenta que me supieron cagar. La luz de mi casa estaba encendida, así que no se podía tratar de un ladronzuelo casual. El que entró sabía que yo estaba trabajando por otro lado, que no iba a regresar para encontrarlo sacando el pan del horno. Fue una persona, o más, que me conoce bien; tan bien que estoy casi seguro que los muy malditos viven en la zona. Se trata de gente que me ve trabajar, que sabe que cargo equipos de peso, material tecnológico que cuesta y se vende bien, etc. Me cagó alguien que me cruza por la calle y me sonríe de vuelta, una persona que me conoce, que incluso puede estar acostumbrado a darme la mano, a decirme "hola".

Muchas personas me dicen que lo mejor es que haya sucedido cuando no estaba yo en casa. La verdad es que la gente hace comentarios así pensando en sí mismos; en sus miedos y reacciones a situaciones así. Yo, por el otro lado, estoy seguro que mi preferencia es otra. Cruzarme con un ladrón dentro de mi casa podría ser lo mejor que me podría pasar. Contra toda idea popular, yo creo que es mejor cuando me quitan las cosas en vivo y en directo. Cuando me roban a mis espaldas me niegan totalmente la posibilidad de participar del asunto, casi como si no me robasen personas sino fantasmas. Encontrar gente extraña en mi casa es una invitación para descargar, inteligentemente, la ira que tengo hacia todo tipo de criminales. No es posible que, en una situación así, dos o tres personas me puedan controlar. No tengo años de entrenamiento físico sólo para verme bien.

El asunto es que el robo me arrojó al suelo y me cubrió de tierra. Toda mi alegría y el resumen de mis logros, todo fue borrado de mi pizarra mental. Lo único que tenía en la cabeza era la frustración de la falta de participación en el asunto, de la impotencia de poder hacer algo al respecto. Me quedé varias horas en la oscuridad razonando sobre lo irónico del asunto; justo el día que yo celebraba y recontaba mis pequeños logros y renaceres, el mundo me pisotea y me llama iluso. Todo lo que había tenido en la cabeza era tomarme un par de tragos y sonreír, emborracharme y disfrutar. Lo que terminó pasando fue todo lo contrario.

¡Ah! Para los que se quedaron pensando la razón azarosa de mi celebración, me olvidé de comentar que hoy cumplí un año de vivir en Montañita. Vaya aniversario.

domingo, 3 de febrero de 2013

PROFESIONALES

Este fin de semana tuvimos un mega evento por estos lares. Un acontecimiento de aquellos que juntan tantas cámaras y camarógrafos que los clicks suenan como si fuesen bocinas de autos en plena hora pesada de tráfico vehicular. La manada de medios colmó la playa y los artefactos que vi en las manos de cada uno hicieron orgasmar mi pequeño corazoncito tecnológico. Era claro entonces que hubieron equipos, lo que me pregunto es si los operadores de toda la parafernalia audiovisual realmente estaban a la par de los nombres de sus artefactos.

Yo siempre he pensado que un profesional no es aquel que sabe, sino el que siempre tiene el estómago resonando de hambre de aprender más. A diferencia de muchos de los que estuvieron en la playa, yo pasé por una formación académica que, en el papel, me certifica para desenvolverme en el medio en el que trabajo. Sin embargo, muchos de ellos tienen tanto tiempo haciendo fotos o grabando eventos que mi papel puede llegar a tomar cualidades de limpieza higiénica. Yo acepto cuando veo gente de peso en mi campo, pero también  me asombro al ver que pueden cometer errores tan simples que ponen su profesionalismo sobre la cuerda floja.

Los errores los cometen todos, ese no es el tema. Lo que quiero expresar es lo que saltó a mi análisis luego de intentar dar una mano a un par de tarados que por ahí andaban. En el mundo del video, la realización del balance en blanco es uno de los pasos iniciales más importantes que uno debe tener en cuenta. Para los que no están familiarizados con el tema, hacer un balance en blanco es decirle a la cámara cuál es el tono que debe considerar como blanco, de acuerdo a las condiciones de luz en las que uno se encuentra. La luz puede tener un tono amarillo muy fuerte, pero si uno hace el balance en blanco los colores de la cámara se nivelan y todo adopta un aspecto más natural.

Yo estaba caminando por la playa, haciendo lo mío (tomando fotos de chicas en bikini y surfistas entrando o saliendo del mar); ya saben, lo de siempre. De pronto vi a un camarógrafo grabando a los tablistas sobre las olas. Su cámara, claramente, estaba fuera de balance. Me pareció importante comentárselo, ya que todas sus imágenes estaban con un tono azul un tanto desconcertante. He aquí el problema. Cuando alguien se "siente" muy profesional, con demasiado conocimiento; el que venga otro con una cámara un tanto más barata te hace sentir, automáticamente, que el tipo no sabe nada. Por eso, cuando me le acerqué al individuo, con la mejor onda del mundo, y le comenté que quizá tendría que revisar su balance en blanco, el hombre me miró, juzgó e ignoró.

En mi vida me he cruzado con profesionales dispuestos a conversar, a intercambiar información, a enseñar y aprender. He recibido consejos interesantes de tipos que, al mismo tiempo, se han dado un momento para escuchar algo que yo tenía que explicar. Estos son los que considero REALAMENTE dignos de considerar. Sin embargo, los que abundan son los pedantes que sienten que todo lo saben y que los consejos sólo se los pueden dar personas como George Lucas o Quentin Tarantino. Se sienten tan grandes que bloquean su capacidad de aprendizaje, asumiendo que porque tienen una cámara pesada, saben más.

No mucho después me crucé con un tipo que ya había prejuzgado, que consideré un estúpido con un lente, pero que luego decidí tratar de conocer un poco más. Resulta que tenía una cámara parecida a la mía y le traté de jalar la lengua a través de un par de comentarios referentes al trabajo con el material que teníamos en común. Él me ignoró y me hizo un comentario, sin mirarme, que sonaba a algo tipo "eso ya lo sé, es absurdo que me lo digas". La verdad es que no tenía ni idea de lo que yo le hablaba, pero le daba vergüenza  aceptarlo y escucharme sobre algo que le iba a interesar muchísimo. Su estupidez pesaba más que su humildad. Lo peor no fue darme cuenta que mi prejuicio había juzgado bien, sino que el espacio estaba lleno de gente igual.

Todos eran demasiado buenos, muy profesionales, llenos de conocimiento, extremadamente capaces; pero sólo dentro de sus cabezas. Yo vi a CASI TODOS los que grabaron con cámaras como la mía cometer un error imperdonable en medios de alta calidad. La verdad es que decidí no decir nada porque ya sabía cómo me iban a responder. Yo no soy mejor que nadie, pero sé que tengo que siempre escuchar, porque en cualquier momento pueden llegar a mí comentarios que me pueden resolver dudas que ni yo sé que tengo. Este fin de semana vi muchas cámaras, micrófonos, lentes, etc.; pero lo que vi poco fueron profesionales de verdad.

domingo, 13 de enero de 2013

INTERPRETACIONES

A mí me quedó totalmente claro que el esquema de comunicación de EMISOR-RECEPTOR-MEDIO-MENSAJE que utilizaban los Nazis para convencer a la gente de algunas cosas, quedó atrás. La Teoría comunicativa de la Aguja Hipodérmica sugería que el mensaje se le inyectaba a la sociedad y que ésta lo asumía tal cual el emisor lo había deseado. Me estoy poniendo teórico, lo sé. Por otro lado, la Teoría Crítica dice que el receptor no es un sujeto pasivo y que tiene una matriz intelectual que le permite recibir y utilizar el mensaje como mejor le parezca. ¿Por qué me pongo así de técnico? Ya les explico.

Quedó claro hace muchos años que el receptor hace con el mensaje lo que más se le antoje, que el emisor tiene poca chance de que su mensaje se interprete TAL CUAL él lo quiere. Sin embargo, cuando publiqué una foto de un culo con la fecha del próximo campeonato Reef que se va a dar en Montañita, donde vivo, todos entendieron el asunto como yo lo había intencionado. Hace algunos días que la gente pedía la fecha, así que la subí. ¿Por qué en una foto que tiene un culo? Porque la imagen corporativa de Reef está relacionada fuertemente al tema del trasero femenino. Eso, señoras y señores, escapa de mí. Si tienen quejas, háganlas con Reef.

Regresando al asunto en particular, NADIE comentó la foto de forma vulgar. Era tal la curiosidad con respecto a la fecha que, de los 70 comentarios que hay hasta el momento, nadie dijo algo como “ese culo está rico”. Todo lo contrario, llovieron comentarios de gente que juraba iba a planear el viaje con sus amigos, que agradecían la publicación de la data, etc. El trasero tomó un segundo plano ante la fecha; justo como yo lo había planeado. Sólo una mujer lo sintió denigrante y, como buena mujer, se quejó.

Recuerdo haber tenido una amiga en Perú, una mujer de color, que trabajaba duramente el tema del racismo. Tal era su convicción de que existía racismo por todos lados que, de tanto buscarlo, eventualmente lo encontraba. La verdad es que no existía tal cantidad de gente racista como ella imaginaba, pero tantas eran sus ganas que llegaba siempre a deducir la acción de alguien hacia ella como una respuesta racista. Incluso una mirada coqueta, intento de acercamiento, podía parecerle un acto despectivo. Era muy difícil estar cerca de ella, me alteraba su forma de interpretar el mundo como hostil. A veces me daban ganas de decirle: "Carajo, no te mira feo. Te está coqueteando".

Entonces, lo que yo entiendo de este caso de la foto de Reef es que me he topado con una chica que, aparentemente, tiene muy clavado el tema del uso de la mujer como objeto publicitario. Una de esas feministas que defienden lo indefendible en terrenos donde ni siquiera hay guerra. Alguien que quiere reivindicar algo que no necesita reivindicación. Tanto alucina la objetivación que la termina creando y, como resultado, encontrando. Le repito al lector que no hubo un comentario con respecto al riquísimo poto de la modelo de la foto. Entonces, lo que yo entiendo es que todos recibieron mi mensaje junto con mi intención. 

La interpretación que la chica le dio, por ende, no estaba en la imagen, sino en su cabeza. Y es que si uno se esfuerza mucho en encontrar unicornios, eventualmente aparece uno, directo desde la canasta con oro del otro lado del arcoíris, montado por una hada y acompañado por todos los Niños Perdidos del mundo de Nunca Jamás.


martes, 8 de enero de 2013

CONVIVENCIAS

Recuerdo que, en mis clases de la universidad, al tratar el tema del ser humano, un profesor hacía énfasis en se trataba de un “ser social”. Mientras que los peces tienen como hábitat el mar o los ríos, algunos animales la selva y otros la sierra, los hombres tenemos como espacio “la sociedad”. Según él, y yo concordaba, nosotros estamos hechos para vivir en comunidad. Sin embargo, luego de la pequeña experiencia de “comunidad” que he tenido hace un par de semanas, he llegado a la conclusión que la convivencia es un árbol que tiene ramas mucho más espinosas de lo que parece.

Se quedaron en mi casa 7 mujeres, por tema de año nuevo. Ya por ahí algunos comienzan a asumir los contratiempos a los que me puedo comenzar a referir. A esto sumemos el hecho de que tenían, en promedio, 20 años de edad. Hago hincapié en sus años vividos porque, cuando uno es menor, el ruido es un asunto que nos causa poco interés. Le recuerdo al lector que mi casa tiene sólo 2 habitaciones, así que las 7 ocupaban el cuarto del primer piso; como cuando el vecino mete varios loros en una misma jaula. Y, como si fuera la cereza del helado, tomemos en cuenta que, para suerte de todos nosotros, durante los 7 días que se hospedaron conmigo, el agua simplemente decidió no volver a aparecer. Parece que el agua sabía a lo que me sometía y no quería ser mi compañero de batalla.

Asumo que se trataba de un escenario difícil de por sí; vivir sin agua es algo que nadie merece, y me apena profundamente haberlas expuesto a ello. La verdad es que la solución del asunto escapaba de mis posibilidades, pero como anfitrión me tocó asumir la culpa. Es por esto que, cuando ensuciaron hasta el último cuchillo de mi cocina, repletaron mi mesa de licor de caña y limones a medio exprimir y derramaron cuanto producto era posible en la cocina, no me exasperé mucho por fuera. Claro que por dentro saltaba el anciano lógico que tenemos todos guardado y que aparece para criticar a los demás: “Si saben que no hay agua, que no se puede limpiar, ¿por qué ensucian tanto?”

Pero todo eso me tocaba aguantar a boca cerrada porque no existía la posibilidad de acabar con la suciedad que causaban. Yo me preguntaba las razones por las cuales simplemente no tomaban conciencia y evitaban armar tanto desastre, pero también es verdad que rezaba al dios en el que no creo que el agua vuelva y la cosa sea distinta. Aunque, siéndoles totalmente franco, no creo que ninguna hubiese lavado una sola cosa.

Todas las madrugadas, alrededor de las 4am, las oía llegar en coro, cual caravana orquestal, lanzando sus voces hasta lo más alejado del infinito. Golpeaban las puertas sin darse cuenta, gritaban una por encima de la otra para hacer sentir que era su turno de hablar y simplemente reían como si nadie más en el mundo tuviese orejas. Mi pobre vecino, un señor de más de 50 años me confesó que estaba incluso pensando llamar a la policía porque no llegaba a comprender si el ruido era natural o forzado por algún agente externo y peligroso. Les pedí que tuviesen un poco de consideración con este señor que trabajaba muy temprano por la mañana; pero cuando se trata de escándalo, el que tiene una batería está programado para tocarla.

Desde que me mudé a esta casa, tener a la mano opciones alimenticias fue un placer que asumí como parte de mi vida cotidiana. Tenía siempre a la mano latas de atún, de frejoles, agua fría y también temperada, galletas, queso, jamón, entre otras cosas de rápida preparación. Las chicas simplemente barrieron con todo. No importó la diferencia que el cerebro naturalmente hace entre lo propio y lo ajeno; las cosas desaparecieron y no se volvieron a asomar. Tal fue el descaro de saqueo que decidí no comprar nada más. Es terrible comprar algo hoy, adelantando un antojo, recibir la llegada de ese antojo y simplemente no poder complacerlo porque el producto soñado se encontraba ahora en el estómago de otra persona. Eso sí, los paquetes quedaban en su lugar; habían fundas de queso vacías en la refrigeradora a la espera de que alguien las deseche. Parece que no les interesaba ni siquiera esconder el crimen.

Yo mordí mi lengua y traté de mantenerme lo más alejado del asunto que pudiese. Un par de días antes de retirarse, me reclamaron que no tenían espacio suficiente para dormir todas en el cuarto; con justa razón. Les recordé que existía la posibilidad, que les presenté desde que llegaron, de ocupar un espacio en el segundo piso, al costado de mi cuarto. Actuaron como si nunca lo hubiese mencionado. Y es que, cuando eres muy joven, los mensajes te llegan directamente al buzón de correo no deseado. Así que les limpié el espacio y lo dejé listo como para que lo ocupasen y le diesen un poco de aire al pequeño cuarto que las albergaba.

¿Lo usaron? Claro que no. Las chicas optaron por seguir en su lata de sardinas y obviar el espacio que me habían pedido. En realidad, cuando aplico la palabra “usar”, me refiero a su relación con el verbo dormir. Nadie “durmió” ahí arriba. Lo que sí pasó fue que una, la más osada quizá, llegó a las 5am, con un gringo, y decidió que el mejor lugar para tener relaciones sexuales era ese espacio, a 2 metros de mí. En su pequeña cabeza no cabía la posibilidad que yo la oiga. Yo les había pedido que nadie entre a la casa y ellas parecían haber entendido mi preocupación, incluso actuaron como si la apoyasen. Tan ilusa fue esta chiquilla que, cuando llegaron sus amigas y le reclamaron sobre mi petición, ella casi gritó de vuelta: “No se preocupen, Ernesto no se va a dar cuenta. Está dormido”.

La faena, entre primer y segundo round, duró un par de horas. Con descanso de intermedio y un intento absurdo de comunicación entre los dos individuos. Ella no hablaba un carajo de inglés y él simplemente no dominaba para nada el castellano. ¿Cómo se habían conocido, llegado a besar y decidido ultrajar el segundo piso de mi casa? Jamás lo sabré. Era como oír a Tarzán tratar de comunicarse con Jane. Sobre lo que sí pudieron comunicarse, en un principio, fue sobre el requerimiento que ella le hizo con respecto al uso de un preservativo. No mucho después él se lo quitó, ella reclamó, con muy poca insistencia y continuaron haciéndolo a flor de piel. Hago un alto del tema aquí y acoto lo siguiente: Si un chico que no conocen mucho, que no entienden y sobre cuyo pasado no saben nada decide sacarse el condón a mitad de acto, preocúpense.

Al día siguiente, resaqueadas y con la planificación sobre la ventana, armaron sus cosas como pudieron y se fueron en grupos. Unas decidieron dormir un poco más mientras que otras esperaron el primer transporte para alejarse del pueblo sin agua. Que se vayan fue como cuando aguantas la respiración bajo el agua y de pronto sales a tomar el primer aire. Solté mi mordida lengua, respiré profundamente, me arrojé sobre el sillón, observé mi destruida sala y simplemente me di cuenta que no soy tan social como mi profesor de antropología anunció. Quizá incluso no sea yo un ser humano normal, quizá lo sean ellas, no lo sé. Lo que sí tengo claro es que estoy acostumbrado tanto a mi soledad que, siempre que visito la casa de alguien, trato de no interferir en la costumbre que esa persona pueda tener a la suya propia. Esta última experiencia simplemente apoya mi consideración. Ser humano, ser social… Patrañas.