miércoles, 6 de febrero de 2013

PÉRDIDAS

Anoche, sin contarle a muchas personas la razón real, me decidí a celebrar y salir a gozar de la fiesta que Montañita ofrece. Resumí, luego de algunos tragos inspiradores, mi estadía en esta pecaminosa playa. A diferencia de mis viajes anteriores, en los que primó la locura y el desenfreno, esta nueva pasada por Ecuador implicaba una concentración en el trabajo tal, que la fiesta pasó a ser un pote de mayonesa abandonado en la refrigeradora durante tiempo de dieta.

Cuando llegué, una pequeñísima habitación fue la que albergó mis primeros meses. El lugar era tan pequeño que no había espacio para nada más que no sea yo y mi ropa. El techo y las paredes de madera convertían a mi recámara, durante los días de sol, en un pequeño horno micro ondas. Pero ese lugar fue superado y me mudé a un cuarto más grande. Ahí estuve unos meses más, con un espacio más decente y agua caliente, que durante los meses de frío actúa como un salvavidas. Luego, cuando la cosa mejoró, decidí encontrar un sitio que exceda mis necesidades, como para autoproponerme el reto de tener que cumplir con más de lo que yo pueda abarcar. Es en esa en casita donde vivo ahora.

Todo esto pasó por mi mente, quizá por los efectos del alcohol, cuando caminaba sobre las piedras que dirigen el camino hacia mi casa. Me acordé también de cuando habían robado mi cámara de fotos, preciado elemento que me dio trabajo durante un par de años, y también de la vez que hurtaron mi laptop, que había sido mi escritorio de trabajo durante mis meses iniciales en Montaña. Me regocije al ver que había superado todo eso, teniendo ahora una cámara mejor y una computadora mucho más mutante. Por eso, cuando vi una escalera apoyada contra mi balcón, mi corazón comenzó a palpitar al revés.

Subí las escaleras temiéndole al temor, deseando estar dentro de un sueño de mal gusto. Abrí la puerta, entré, encontré una escena de crimen y me senté a mirar el vacío. Se llevaron todo lo que me da de comer; mis 3 cámaras, mi computador personal, audífonos profesionales, ipods, lentes; entre otras cosas. La verdad es que no soy de las personas que se molestan cuando pierde, lo que en el fondo me pasa es que mi ánimo se va al suelo. Era como si alguien hubiese decidido darle una zancadilla a mi progreso, sólo para verme estrellarme contra el suelo y embarrarme la cara de tierra mojada. Mi alegría salió por la ventana y se fue en búsqueda de un contenedor más digno, porque lo que yo era en ese momento se parecía más a un trapo viejo.

Me cagaron, lo sé; pero cuando lo pienso bien también me doy cuenta que me supieron cagar. La luz de mi casa estaba encendida, así que no se podía tratar de un ladronzuelo casual. El que entró sabía que yo estaba trabajando por otro lado, que no iba a regresar para encontrarlo sacando el pan del horno. Fue una persona, o más, que me conoce bien; tan bien que estoy casi seguro que los muy malditos viven en la zona. Se trata de gente que me ve trabajar, que sabe que cargo equipos de peso, material tecnológico que cuesta y se vende bien, etc. Me cagó alguien que me cruza por la calle y me sonríe de vuelta, una persona que me conoce, que incluso puede estar acostumbrado a darme la mano, a decirme "hola".

Muchas personas me dicen que lo mejor es que haya sucedido cuando no estaba yo en casa. La verdad es que la gente hace comentarios así pensando en sí mismos; en sus miedos y reacciones a situaciones así. Yo, por el otro lado, estoy seguro que mi preferencia es otra. Cruzarme con un ladrón dentro de mi casa podría ser lo mejor que me podría pasar. Contra toda idea popular, yo creo que es mejor cuando me quitan las cosas en vivo y en directo. Cuando me roban a mis espaldas me niegan totalmente la posibilidad de participar del asunto, casi como si no me robasen personas sino fantasmas. Encontrar gente extraña en mi casa es una invitación para descargar, inteligentemente, la ira que tengo hacia todo tipo de criminales. No es posible que, en una situación así, dos o tres personas me puedan controlar. No tengo años de entrenamiento físico sólo para verme bien.

El asunto es que el robo me arrojó al suelo y me cubrió de tierra. Toda mi alegría y el resumen de mis logros, todo fue borrado de mi pizarra mental. Lo único que tenía en la cabeza era la frustración de la falta de participación en el asunto, de la impotencia de poder hacer algo al respecto. Me quedé varias horas en la oscuridad razonando sobre lo irónico del asunto; justo el día que yo celebraba y recontaba mis pequeños logros y renaceres, el mundo me pisotea y me llama iluso. Todo lo que había tenido en la cabeza era tomarme un par de tragos y sonreír, emborracharme y disfrutar. Lo que terminó pasando fue todo lo contrario.

¡Ah! Para los que se quedaron pensando la razón azarosa de mi celebración, me olvidé de comentar que hoy cumplí un año de vivir en Montañita. Vaya aniversario.

domingo, 3 de febrero de 2013

PROFESIONALES

Este fin de semana tuvimos un mega evento por estos lares. Un acontecimiento de aquellos que juntan tantas cámaras y camarógrafos que los clicks suenan como si fuesen bocinas de autos en plena hora pesada de tráfico vehicular. La manada de medios colmó la playa y los artefactos que vi en las manos de cada uno hicieron orgasmar mi pequeño corazoncito tecnológico. Era claro entonces que hubieron equipos, lo que me pregunto es si los operadores de toda la parafernalia audiovisual realmente estaban a la par de los nombres de sus artefactos.

Yo siempre he pensado que un profesional no es aquel que sabe, sino el que siempre tiene el estómago resonando de hambre de aprender más. A diferencia de muchos de los que estuvieron en la playa, yo pasé por una formación académica que, en el papel, me certifica para desenvolverme en el medio en el que trabajo. Sin embargo, muchos de ellos tienen tanto tiempo haciendo fotos o grabando eventos que mi papel puede llegar a tomar cualidades de limpieza higiénica. Yo acepto cuando veo gente de peso en mi campo, pero también  me asombro al ver que pueden cometer errores tan simples que ponen su profesionalismo sobre la cuerda floja.

Los errores los cometen todos, ese no es el tema. Lo que quiero expresar es lo que saltó a mi análisis luego de intentar dar una mano a un par de tarados que por ahí andaban. En el mundo del video, la realización del balance en blanco es uno de los pasos iniciales más importantes que uno debe tener en cuenta. Para los que no están familiarizados con el tema, hacer un balance en blanco es decirle a la cámara cuál es el tono que debe considerar como blanco, de acuerdo a las condiciones de luz en las que uno se encuentra. La luz puede tener un tono amarillo muy fuerte, pero si uno hace el balance en blanco los colores de la cámara se nivelan y todo adopta un aspecto más natural.

Yo estaba caminando por la playa, haciendo lo mío (tomando fotos de chicas en bikini y surfistas entrando o saliendo del mar); ya saben, lo de siempre. De pronto vi a un camarógrafo grabando a los tablistas sobre las olas. Su cámara, claramente, estaba fuera de balance. Me pareció importante comentárselo, ya que todas sus imágenes estaban con un tono azul un tanto desconcertante. He aquí el problema. Cuando alguien se "siente" muy profesional, con demasiado conocimiento; el que venga otro con una cámara un tanto más barata te hace sentir, automáticamente, que el tipo no sabe nada. Por eso, cuando me le acerqué al individuo, con la mejor onda del mundo, y le comenté que quizá tendría que revisar su balance en blanco, el hombre me miró, juzgó e ignoró.

En mi vida me he cruzado con profesionales dispuestos a conversar, a intercambiar información, a enseñar y aprender. He recibido consejos interesantes de tipos que, al mismo tiempo, se han dado un momento para escuchar algo que yo tenía que explicar. Estos son los que considero REALAMENTE dignos de considerar. Sin embargo, los que abundan son los pedantes que sienten que todo lo saben y que los consejos sólo se los pueden dar personas como George Lucas o Quentin Tarantino. Se sienten tan grandes que bloquean su capacidad de aprendizaje, asumiendo que porque tienen una cámara pesada, saben más.

No mucho después me crucé con un tipo que ya había prejuzgado, que consideré un estúpido con un lente, pero que luego decidí tratar de conocer un poco más. Resulta que tenía una cámara parecida a la mía y le traté de jalar la lengua a través de un par de comentarios referentes al trabajo con el material que teníamos en común. Él me ignoró y me hizo un comentario, sin mirarme, que sonaba a algo tipo "eso ya lo sé, es absurdo que me lo digas". La verdad es que no tenía ni idea de lo que yo le hablaba, pero le daba vergüenza  aceptarlo y escucharme sobre algo que le iba a interesar muchísimo. Su estupidez pesaba más que su humildad. Lo peor no fue darme cuenta que mi prejuicio había juzgado bien, sino que el espacio estaba lleno de gente igual.

Todos eran demasiado buenos, muy profesionales, llenos de conocimiento, extremadamente capaces; pero sólo dentro de sus cabezas. Yo vi a CASI TODOS los que grabaron con cámaras como la mía cometer un error imperdonable en medios de alta calidad. La verdad es que decidí no decir nada porque ya sabía cómo me iban a responder. Yo no soy mejor que nadie, pero sé que tengo que siempre escuchar, porque en cualquier momento pueden llegar a mí comentarios que me pueden resolver dudas que ni yo sé que tengo. Este fin de semana vi muchas cámaras, micrófonos, lentes, etc.; pero lo que vi poco fueron profesionales de verdad.