domingo, 11 de noviembre de 2007

Responsabilidades

Hace un par de semanas la hedionda selección de “fulbo” peruano jugó un partido, entre semana, contra un equipo mucho más organizado y profesional. Recuerdo claramente el día porque 2 de mis profesores de la universidad dejaron sus salones sin dirigente, cada uno con una excusa extraña e incoherente. Me pareció increíble ver la facultad de comunicaciones tan vacía, como una calle del viejo oeste americano al mediodía (hora de duelo), con todo y su bola de paja rodando empujada por el viento. No había ni un alma intelectual entre los pabellones y parecía que alguien hubiese puesto pausa a la rutina estudiantil en ese lugar. Por algún rincón se insinuaba la voz de un comentarista radial y me pude enterar de lo que hubiese podido intuir sin bola de cristal ni escupitajo de chamán; Perú estaba perdiendo. Ahí me percaté de lo extraño que puede ser el comportamiento humano. Perú siempre pierde, sin embargo vivimos esperando estos “gloriosos” encuentros de finales predecibles para abandonar absolutamente toda responsabilidad y sentarnos frente a una pantalla, dispuestos a un suicidio más de nuestro amor a la patria.

Hace medio año me embarqué en una travesía mochilera con un amigo al que ya conozco hace bastante tiempo, un caricaturesco individuo que carece de todo nivel de compromiso responsable hacia la vida. En diversas oportunidades había sido presa yo de su “quechuchismo” (de la coloquial frase “que chucha”) y conocía de antemano la posibilidad de que podríamos chocar por esta diferencia primordial entre nuestros comportamientos. Óscar vive eternamente delegando al mundo las cosas que él tiene que hacer, entregando culpas a terceras personas y situaciones con el objetivo de terminar siempre como comenzó, inocente. Trabajamos juntos en Brasil y pude ver más de cerca su “pasapiolismo” (de “pasar piola”), resumido en la pregunta; “¿Para qué trabajas duro si no nos pagan por eso, sólo por trabajar?”. En ese momento recordé su macro-impuntualidad y entendí de una vez por todas que jamás podría encontrarlo sentado en una oficina cumpliendo con un horario de deberes laborales, asumí incluso que hasta nació después de los 9 meses, ¡Pobre madre suya!

Su nivel cero de compromiso contrasta totalmente con mi sobredosis de tareas asumidas diariamente. He aprendido a intentar alejarme de ciertas actividades para evitar sumar una más al saco de responsabilidades que diariamente hago subir de peso. Cuando me enrumbo en un proyecto universitario grupal, siempre acabo realizando todas las partes del trabajo por temor a que los demás no lo hagan con el interés que lo hago yo. No puedo, en muchas oportunidades, otorgar responsabilidades a otras personas por miedo de cruzarme con más Óscares. De esta forma absorbo la totalidad de los roles que rodean cualquier tarea en la que me meto, por esto es que evito (sin éxito) tareas nuevas, que significarían una variedad de roles más a asumir. Quizá por esta diferencia de concepción de lo que es un “deber” es que Óscar y yo nos llevamos tan bien, como Pinki y Cerebro.

La responsabilidad cobra significados diferentes con tan sólo cruzar una que otra frontera geográfica. He podido observar en Brasil reacciones hacia una obligación que en el Perú resultarían extrañas para muchos. La liberalidad de las garotas al engancharse con un chico diferente cada noche expresa con total claridad la condición de palomas libres al viento que todos los días interpretan. Tan fuerte es esto que en Brasil hay un verbo que resume un encontrón de una sola noche, “Ficar”. Este término resume lo que es una normal y cotidiana relación sin ataduras amorosas ni de nombres entre 2 individuos dispuestos a entregarse íntegramente a una relación sin un futuro mayor al de unas cuantas horas y otros contados besos. “Eu sou de niguem, eu sou de todo mundo e todo mundo e meu tambem” (una canción muy popular en este acalorado país).

Para explayar un poco más el tema anterior voy a declarar mi extraña reacción a la relación de pareja con hijos en la tierra de la samba. Tener un hijo en Brasil es tan normal como jugar al fútbol y usar tanga en la playa. Edad mínima; desde que cruzas la calle sólo. Lo extraño no es solamente que tengan hijos a por doquier, teniendo una industria de preservativos tan grande, sino que los tienen por aquí y por allá en diferentes hogares. Un padre brasilero no vive en un 80% de los casos con sus hijos, los ve ocasionalmente y su responsabilidad con ellos se limita casi a una salida semanal, si no es posible nadie se escarmienta. Personalmente considero totalmente atroz la posibilidad de tener un hijo y verlo menos que a un eclipse lunar, pero en la tierra de Pelé uno puede tener hijos “ficando” y dejar el asunto olvidado.

La responsabilidad es una cosa extraña e históricamente importante. A través e los textos encontramos personajes que son responsables por tratados y guerras, originados por ambiciones y demás actitudes que encarnaron con el cargo que les tocó representar. Un caso muy peculiar sobre la responsabilidad es el de la lamentable y genocídica eliminación de judíos en Alemania Nazi.

Era un sistemático orden de aniquilación en el que nadie era el culpable directo de nada. Las cámaras de gas estaban organizadas de tal forma que se necesitaba un enorme número de soldados alemanes para activarlas. Razón; al tener a tantos involucrados el sentimiento de culpa disminuye y nadie puede ser juzgado por el crimen, ya que entre tantos cualquiera podía ser el responsable. Así, el que llevaba a los judíos a la cámara no era el mismo que los hacía entrar, ni el que conectaba la cámara, ni que preparaba el gas, ni que presionaba el botón, ni que autorizaba la ejecución, etc. De esta forma se delegaba y delegaba la responsabilidad y nadie era al final de cuentas responsable de más que poner un grano de arena en la playa. Parece jalado de los pelos, pero así lo sentían.

Esto refuerza la milenaria cadena del “yo no fui”, voy a apelar a mi experiencia personal una vez más para soportar el tema. Vivo con mi padre y mis 2 hermanas pero por alguna razón mi padre siempre ha jugado con la posibilidad de que él haya tenido un hijo más que vive en la casa pero que no conoce. Éste es el culpable de diversos platos rotos, postres desaparecidos y cosas sucias por ahí; lo hemos llamado “nadie”. Nadie nos acompaña desde siempre y creo que es el hijo mayor de la familia. Son muchísimas las cosas de las que se le culpa y algún día quisiéramos poder celebrarle un cumpleaños, lamentablemente no sabemos su edad exacta, parece incluso un hijo heredado. Si algo se pierde o se rompe, mi incrédulo padre pregunta sobre el tema y llega siempre a una incómoda conclusión, fue “nadie”.

¡Qué tema tan complicado este! Todos somos responsables de muchas cosas que no quisiéramos tener bajo nuestra tutela (excepto Óscar que sólo es responsable de lo que ha hecho, no de lo que hará). Yo me tracé como deber este blog y cada domingo me siento obligado a escribir sobre un tema diferente, con lo que no complazco más que a 3 lectores. No encuentro razón principal para seguir escribiendo, sin embargo mi innata necesidad de TENER que hacer algo me trae cada semana a publicar diferentes locuras que cruzan mi mente. Seguramente tengo otras cosas más importantes que hacer y las estoy dejando atrás en mi jerarquía de deberes, pero este blog es mi responsabilidad auto-otorgada y lo demás tiene que ser tratado a su tiempo. Es responsabilidad ahora de mi hermana dar una ojeada a mi ortografía, y un deber mío pasar este documento de Word a la “world wide web”.