Lima es gris porque nada es cierto, porque el sol es una
promesa, porque cuando sale lo hace solo para engañar. Somos grises, seámoslo
siempre, seámoslo siempre. Aquí el color es solo un mito, la verdad una leyenda
y la vida una rutina de confrontación. La luz pelea por aclarar el panorama, se
filtra por algunas nubes y nos llega a tocar. Lima es gris porque pensamos que
un rayo es una esperanza, cuando es en realidad una mentira hecha para
esperanzar.
Y así monocroma la enfrentamos, con ideales de verdes por
doquier. Nos ofrecen rojos, imaginamos amarillos, soñamos azules y hasta juntos
los pensamos ver. Pero nada es real en Lima la gris; ni la frase que te atrapa,
ni el trabajo que te mata, ni la calle que caminas, ni el lugar al que has de
caminar. Cuando todo es gris, todo es mentira, porque en lo gris nada jamás
llega a brillar.
Somos un pueblo de mandamientos cumplidos a medias solo para
evitar el fuego eterno de la destrucción. Vivimos condicionados por castigos
ancestrales y no matamos al prójimo solo para que luego no nos desprecie Dios.
Lima es gris porque no hacemos el bien porque es correcto, sino porque no
queremos que luego nos lo venga un ser supremo a cobrar. Somos grises porque la
biblia es un libro de ficción y El Edén una promesa imposible de recuperar.
Gris es el talento que no importa frente al colorido inútil
que sabemos coronar. Grises son los esfuerzos de los que se forman para luego
perder ante el disfuerzo de los que apenas saben colorear. Gris es tu alma
después de años de intentos, ya sin herramientas ni voluntad. Gris es el
resultado de llenar tu cartuchera de colores y tratar de pintar en la
obscuridad. Gris, más que un accidente de la naturaleza, en Lima es una
voluntad.
Lima está gris porque le quitamos su lugar a la naturaleza y
sembramos en él concreto y alquitrán. Somos predios de modernismo que le
mienten a la tierra, imponiendo sin consulta otra realidad. Improvisamos
plantas en medio de la nada para engañar al ojo y hacerlo sentir que aún hay
esperanza, que no todo está escondido, que lo verde puede volver a brotar.
Armamos parques con diseños hermosos, árboles grandes y flores que parecen
brillar. Pero esas plazas que ofrecen colores son solo herramientas para
engañar. Lima es gris porque no importa lo que digan las flores, cuando están
cercadas por metros de poca verdad.
De nada sirve tratar de ser un color cuando en un cine de
los 50 la película van a pasar. Poco importa que el vestido sea el más largo
cuando la foto solo el rostro va a enfocar. Somos grises, porque así nos ha
terminado pintando el destino, porque nos moldea la sociedad. Entonces se
escapan las esperanzas, entre nubes de rata y cielos de azar. Se opaca el
destino que tanto nos marca, porque entre humos se pierde, por tanta falsedad.
Lima está gris porque comemos polvo, porque nos ofrecen el cielo y ahogan en el
mar. Lima está gris porque estoy yo y, a pesar de todos los colores del Perú,
en el gris no existes tú.