domingo, 3 de marzo de 2013

APRENDIZAJES

Durante mi vida he visto a tanta gente hacer tantas cosas de tantas maneras que he considerado erróneas, que aprendí a sacar lo mejor de las fallas ajenas. Muy aparte de criticar, que es algo que hago demasiado bien, yo me he enseñado a asumir los errores de otras personas como lecciones que me deben limpiar el camino de las experiencias, quitándome de encima algunas cosas que me tengan que pasar a mí primero para luego sacar una conclusión de lo que ya le pasó a los demás. Después de todo, no tengo que saltar de un precipicio para saber que, al impactar contra el suelo, voy a morir. Eso que lo hagan otros y yo decidiré qué deducir del asunto.

Hace un par de días encadené la moto que me dio la página web para trabajar. En un principio no me parecía muy complicado el no tener casco. Lo que sí hacía que el tema fuese tenebroso es que yo no tengo casco, y la moto no tiene placa. Entonces, sumando todo, yo era un letrero andante de “deténgame señor policía”. Eso no me preocupaba mucho, ya que, diariamente, yo hacía un recorrido en línea recta de 5 minutos para ir y venir del trabajo. Sin embargo, desde que vi la cosa más de cerca, con el accidente del dueño de Montanita.com, mi concepción del peligro creció un poco más.

Era jueves por la noche y Hola Ola andaba encendido en las llamas de una fiesta que sólo podía ver igual en el infierno. El baile y el alcohol dominaron la atmósfera del lugar y la gente simplemente se olvidó de ponerle frenos a sus cuerpos. Fue de ese lugar que, alrededor de las 3am, Tomer salió y se dispuso a montar una moto para irse a casa. Claro, él estaba ya bajo los dominios de substancias que, definitivamente, no incrementan la concentración de nadie. Esto, sumado a que tampoco tiene licencia, casco, placa ni mucha experiencia sobre el volante de una motocicleta (como yo), lo conviertieron en un pedido de ataúd a domicilio.

Y, como era de esperarse, considerando que ya se había caído de la moto sin estar ebrio, se accidentó.  En un principio todos se alborotaron y se dispusieron a llevarlo al hospital de Guayaquil, a 2 horas de viaje en auto. Sin embargo, como si la cosa hubiese reducido en cuanto a riesgo, sólo minutos más tarde Tomer ya estaba camino a casa. Al día siguiente, producto de los dolores que le causaba el accidente y los puntos que ya tenía sobre el rostro, se lo llevaron a la ciudad. Ahí estuvo hasta el día de hoy, cuando ya no pudo mover su brazo derecho la decisión fue de trasladarlo a Israel para inmediata operación quirúrgica.

Yo, luego de oír que, encima de tener que sufrir físicamente, el tema implicaba un problema legal que apuntaba a una celda de barrotes oxidados, decidí actuar a favor de mi salud general. Encadené la moto (porque no quiero ir preso), la dejé en el garaje (porque no quiero romperme el cráneo), y guardé la llave (hasta que pueda subirme legalmente). Yo sabía que montarla implicaba escaparme por un costado de las garras de la ley, pero no me importaba del todo porque era mera especulación. Ya cuando ves plasmado tu potencial futuro en otra persona, no aprender sería tan estúpido como meter el dedo al enchufe más de una vez.

La vida es una lección sin parar, con capítulos consecutivos que varían en complejidad pero que siempre llevan a un final lleno de enseñanza. Puede que fallemos y leamos mal el libro a veces, pero eso es sólo porque es complicado sentir el sabor final de la comida al mismo tiempo que la estamos cocinando. Sin embargo, cuando el cocinero es otro y el plato llega a nuestra mesa, nos es muy factible reconocer lo que tenemos en frente. El ceviche kosher que tuve frente mío esta semana me enseñó y llevó a tomar las riendas de lo que andaba suelto. Sería muy tonto de mi parte no entender la lección, y es que si para algo soy bueno, fuera de para alardear y palabrear, es para aprender. Yo, esta semana, aprendí… La otra quizá ayude a que alguien aprenda.