Y de este grupo de BRUTOS, salieron distintos proyectos que, la crítica mediática, que en el Perú es más grande que cualquier hinchada de fútbol mundial, devoró como tiburón a bolsa de sangre. Claro, es que cómo era posible que estos seres, de muy poca inteligencia, salgan a vender souvenirs, montar restaurantes, abrir circos y, ahora último, publicar libros. Aparentemente, para redactar y empastar una obra escrita, es indispensable tener formación literaria. Siguiendo esta lógica, El diario de Ana Frank y muchos textos de renombre serían descartados porque sus creadores no tienen la preparación adecuada.
De todo esto, deduzco que lo que la gente "ilustrada" considera inteligencia, queda reducido únicamente al plano lingüístico y matemático. Todas las demás capacidades, sin importar sus niveles, son habilidades que no hacen que una persona sea inteligente. Pues es ahí que los "conocedores" pecan de ignorantes. Curioso, porque tengo entendido que sería una ignorancia dentro del campo de la lengua, en el que se sienten tremendamente sabios. ¿Los ilustro?
Un par de meses atrás, durante una prueba de conocimiento general, se me preguntó el número de los discípulos de Jesús. Yo, que no soy para nada una persona religiosa, disparé una cifra que no era la correcta. Al día siguiente mi nombre apareció en un medio local, siendo resaltado por mi "ineptitud e ignorancia". Pues qué culpa tengo yo de tener una formación científica con respecto a la creación de la tierra. Que me pregunten del Big Bang, de Pangea, de la evolución de las especies y la mutación de la vida desde pequeños organismos. No, no recuerdo el tercer mandamiento, pero sí sé cómo pararme de manos durante un minuto. ¿Me volví loco? ¿No tiene que ver una cosa con la otra? Es ahí donde se vuelven a equivocar.
Si ustedes me consideran bruto por no saber cuáles son los pecados capitales, yo estoy en todo mi derecho de considerarlos brutos también por no poder hacer un aspa del molino. ¿Por qué? Pues porque mi capacidad de conocimiento memorístico de conceptos forma parte de la inteligencia lingüística, mientras que la facilidad para dominar mi cuerpo entra dentro de lo que se conoce como inteligencia corporal. Así es, ambas son inteligencias distintas. Entonces, si César Hildebrandt no puede pararse de manos, ¿lo llamo bruto? A ver, ¿quién es el primero que se lo dice?
Quedémonos un rato en la llamada inteligencia corporal. Durante mi época de capoeirista, debido a mi entrenamiento y la facilidad que siempre tuve para los deportes, llegué a hacer cosas que mucha gente, con más tiempo de entrenamiento, jamás pudo hacer. Entonces ¿los llamé brutos? El hecho que no se muevan igual que yo no los hace tontos, para nada. Estoy seguro que en campos interpersonales, numéricos y verbales, ellos eran mejores que yo. Sus inteligencias eran distintas a las mías, pero no inferiores. Es ahí donde radica el problema. Todos se sienten superiores cuando saben algo que otro puede no saber. Yo creo que tendrían que considerar que esa otra persona tiene una capacidad que podría ser espectacular, en otra área.
Incluso los que se sienten bien dentro de la inteligencia lingüística, los primeros en disparar críticas con respecto al conocimiento verbal de los demás, los "periodistas" de los que hablé en el principio, tienen tremendas fallas dentro de su propio campo. Yo agarro la revista de la periodista que mencioné y la descompongo en faltas ortográficas, gramaticales, de sintaxis y ortografía, de la misma manera que un ladrón de autos desmantela un Toyota. ¿No se supone que este personaje de la farándula, inferior en áreas de "intelectualidad", no debería poder hacer esto con una publicación de renombre?
El libro que me trajo a esta reflexión, publicado por otro miembro del conjunto de los "buenos para nada", cumple totalmente con su cometido. A esta persona le pedían consejos diarios vía las redes sociales. Ella sintió una necesidad en el mercado de sus seguidores personales, la examinó y la sació. Le dio a la gente lo que pedía, tradujo sus ideas, las plasmó y dejó en un texto (bien redactado, separado y explicado). Tan es así que encuentro menos errores de escritura ahí que en la revista que antes mencioné. Me pregunto entonces, ¿si el libro cumple con su objetivo, no es acaso un éxito? La idea es llegar a la meta que se trazó el autor, y me parece que este ejemplar lo logra. Digan lo que digan, muchos de los que se quejan son sólo personas que se sienten más capacitadas para escribir una obra, pero tienen menos pelotas para hacerlo. Sí, dinero también, a quién mentimos.
Hoy no aguanté más las ganas de enfrentarme a las críticas. Sé que en esta ocasión no se dirigieron a mí, pero no pienso esperar que así sea para dar mi punto de vista. Dejen en paz a la gente que trabaja, a los que intentan aventurarse en campos que les son nuevos y ajenos. Yo no critico al gordo que aparece en el gimnasio y no puede ni siquiera andar un minuto en la trotadora; por ende no espero que él me critique si no resuelvo una ecuación cuadrática.
Cada uno tiene un espacio en el que brilla, dentro del cual se siente salmón en el río. Yo, hoy por hoy, me gano la vida colgado de cuerdas y lanzándome a piscinas frías mientras las cámaras graban cómo mis compañeros se ríen y pelean; pero el hecho que lo haga bien no significa que tenga limitado mi conocimiento al movimiento de mis extremidades. Soy inteligente, soy del grupo de "tarados" y, les cuento algo, veo gente inteligente dentro de ese conjunto también.