domingo, 28 de octubre de 2007

Bricheros

Beto es un egresado de la facultad de administración de la Universidad de Lima. Desde que lo conozco vive metido en la organización de eventos y fiestas en las que la gente se desprende de sus inhibiciones y disfruta por una noche el poder ser profundamente dueña de sus errores. Aparte de su trabajo (y el carro que hace muy poco aprendió a manejar) él tiene una fijación innata por las mujeres de los países del norte. Vive corriendo atrás de una y otra turista rubia buscando perpetrar el encuentro encamador que lo llevará a tachar un palito más en su lista de pasaportes. Lo he visto babear y volver a la adolescente efervescencia hormonal cuando una fémina de nacionalidad desarrollada cruza su línea de visión, al punto que me intenta arrastrar a la persecución que tiene como único fin poder despertarla al día siguiente con un leve movimiento del codo. Este fin de semana Beto me convenció de ir a una reunión la noche del sábado, bajo la promesa de encontrar a las protagonistas de Wild on E!. Pese a que volví a mi casa relativamente temprano y que mi codo estaba al día siguiente en el lugar de siempre (bajo mi almohada), pude analizar a los Bricheros que invadieron la casa de extranjeros.

Cuando me crucé por primera vez con este sustantivo me emocioné en curiosidad y fui atrás del origen de la palabra. “Bridge” en inglés significa puente, “bridgear” (o brichear como se pronuncia) no es nada más que la verbalización castellanizada del término, representando la acción de armar un puente. Ésta es una estructura simbólica, no física, construida entre el país del brichero y el de la gringa. El puente tiene como objetivo final que el sudamericano cruce de un lado al otro satisfactoriamente, previa obtención de visa y arreglo de estadía. Así tenemos millones de bricheros en el mundo (por más que la palabra es latinoamericana) que buscan repetidamente su ascenso hacia la punta de la pirámide. No siempre el autóctono personaje logra armar y cruzar su puente, la mayoría de las veces todo queda en un par de días de manutención en la ciudad donde la turista fue conquistada.

El miembro de esta comunidad tiene ciertas características que se repiten entre sus compañeros que se encuentran dispersos por los países del sur. Tiene un forzado “look” que lo retrocede más de mil años en el tiempo en algunos aspectos y lo adelanta nuevamente hasta su época en otros. Se ven pues hombres vestidos con un jean Calvin Klein (fruto de su última conquista) y un llamativo collar de conchas, incaicas en nuestro caso, que expresa su condición de producto nacional. Maneja una diversidad muy amplia de idiomas, pero es requisito indispensable que ninguno sea fluido. Así encontramos bricheros que hablan un poco de inglés, de alemán, de francés, italiano y alguno que juega con la posibilidad del portugués; siempre poco y nunca más de lo necesario, como para permanecer siendo latino sin llegar a parecer demasiado educado como para ser domado. En una esquina de su habitación siempre hay una mochila “ todo terreno empacada”. Ésta, pese a su dimensión reducida, tiene todo lo necesario como para sobrevivir climas que varían desde un deshidratante desierto hasta la más helada de las punas. Todo por si acaso la gringa se lo quiere llevar de paseo para que le caliente el cuarto en el frío.

Beto representa algunas de las características de los bricheros, pero no lo es. Él considera que el hecho de que una mujer sea extranjera implica necesariamente que ésta es bonita (la palabra que él usa es “rica”). No es posible que una mujer de nórdica nacionalidad sea fea, no en su cabeza. De esta forma niega absolutamente la posibilidad de la existencia de una “gringa desabrida”, yo la postulo. Hay de todo. Así como hay peruanas (ecuatorianas, chilenas, etc.) bonitas y sorprendentes, hay estadounidenses (francesas, alemanas, suizas, etc.) que son sin lugar a dudas totalmente desagraciadas (como un cono de helado de agua). Beto se indigna cuando digo eso y cuando lea que lo escribí me llamará la atención inmediatamente pidiendo una retracción. Su problema no es primordialmente que sean o no bonitas las nacionales (aunque sí lo es en cierta forma), sino más bien que no son tan “asequibles” como las liberales alienígenas. Me ha repetido muchas veces que no ve la posibilidad de conocer una mujer, pasarse de tragos y amanecer con ella al día siguiente siendo esta peruana, “no es posible”. Sin embargo a las gringas (alega) “no les tienes que parar la juerga, al toque te atracan”. Discrepo en cierta forma, pues conozco el carácter recatado de algunas latinas, pero acepto que hay un poco más de libertad y desinhibición en la personalidad de las europeas y norteamericanas. Detalles, no estipulaciones finales por si acaso.

Cuando viví en la playa de Montañita-Ecuador fui acogido por la “Asociación de Buitres Ecuatorianos” (APEC). El buitre es un ave carroñera que se encuentra en constante búsqueda de un pedazo de carne para calmar su hambre. Los de la APEC dominaban el pueblo y corrían de un lado de la calle al otro, atravesando hoteles y clases de surf para acercarse a la preciada sangre azul de sus presas. Yo sí he tenido mi línea de conquistas de habla inglesa, francesa, etc., pero no era el objetivo más puntual de mis días. La APEC tiene incluso un himno que puede ser escuchado en youtube, es cuestión de curiosear. Lo más resaltante de los buitres ecuatorianos es que mantienen un espeluznante respeto por los bricheros peruanos, especialmente por los que han recibido su maestría en la ciudad imperial del Cuzco.

Ésta es la ciudad madre de los bricheros del mundo, la sede de los "puenteros" internacionales, el Edén. Beto me repite mil veces que prefiere unas heladas vacaciones en Cuzco antes que unos fallidos intentos en nuestro propio paraíso veraniego; Máncora. “Ya he ido a Máncora, no pasa nada won, yo sólo levanto en Cuzco” (propondría él). Nuevamente discreparía con él, pero no es un tema sobre el cual pueda yo intentar manipular su pensamiento, ya lo tiene tatuado todo en su convicción. La reciente condecoración que recibió Machu Pichu como maravilla del mundo es uno de los más ansiados logros de los bricheros, la carnada ya no es sólo conocida sino también REconocida ¡hurra!

La reunión de la que hablé al comienzo estaba repleta de gringas y bricheros, cada uno más particular en su coqueteo que el otro. Beto estaba feliz e iluminado pues su enamorada (una estadounidense) salía de trabajar a las 2am y pronto sería hora de recogerla. Yo no quería nada más que encontrarme en algún lugar escuchando reggaeton, saliendo así de ese ambiente de “The cure” y “The Clash”. Me escabullí, cual Alan García de una entrevista de Bayli, y me fui a mi casa. No soportaba más ver a algunos de estos individuos, que en cualquier otro lugar de la ciudad habrían sido cacheteados por una peruana, jactarse ahí de ser “Adónises” representantes de la masculinidad latinoamericana.

En el fondo (muy en el fondo) el bricherismo es una forma de buscar desarrollo (no como el neoliberalismo, pero válido en fin). Es un anhelo por una vida mejor; algunos estudian y trabajan, otros brichean. Beto no es brichero, no busca construir su puente. Él hace su vida por su cuenta y es responsable por sus logros, a diferencia de los que he descrito en esta entrada que se acoplan a la vida que alguna extranjera proponga para ellos. No es un acaparador de oportunidades buscando escalar la cadena de supervivencia humana a través del aprovechamiento de su condición de “Hecho en el Perú”. Jamás buscó ser mantenido por una gringa ni mucho menos que se lo lleven como “Ekeko” de recuerdo a sus países. No es nada de lo que mencioné como característica primordial de los bricheros, pero Dios ¡cómo le gustan las gringas!